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¿DE VERDAD VIDA LIBRE DE VIOLENCIA? EL CASO JORGE ISLAS*

¿DE VERDAD VIDA LIBRE DE VIOLENCIA? EL CASO JORGE ISLAS*

*¿Cómo puede ser que a pesar de todos estos antecedentes Jorge Islas sea premiado con un nombramiento como Coordinador General de Consulados?

Por Graciela Rock 

Hace unos días se dieron a conocer los nuevos nombramientos dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores, uno de ellos, la titularidad de la recién creada Coordinación de Consulados. El nuevo Coordinador General, Jorge Islas López, “el Doctor”, como se hace llamar por allegados y empleados -a pesar de que la información de la propia Cancillería indica su grado máximo de estudios es maestría- quien fungió como Cónsul General en Nueva York desde mayo de 2019 hasta hace unas semanas.

Es por las posibles implicaciones de dicho nombramiento que quiero compartir mi experiencia en el Consulado General de México en Nueva York donde fui testigo y víctima del acoso laboral y las violencias machistas de Jorge Islas López. Mi asignación al Consulado en agosto de 2020 fue a través de una designación por “artículo 7”, es decir, con un perfil específico de internacionalista y experiencia consular, pero sin ser miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano; mi llegada tuvo el visto bueno de Islas como Cónsul titular a quien conocía anteriormente de forma breve pues compartió con mi padre espacios en el Grupo Oaxaca y en El Universal.

Inmediatamente tras mi llegada, distintas personas en el Consulado me previnieron de los exabruptos del señor Islas, recomendándome no cuestionar en absoluto sus exigencias o siquiera señalar circunstancias que dificultaban seguir dichas indicaciones (por ejemplo, cuestionar la viabilidad de recibir a muchas más personas en las instalaciones del consulado de las que las autoridades locales permitían en plena pandemia covid, negar por falta de documentación la expedición de algún documento que él hubiera “recomendado”, o señalar protocolos internos que no se estaban cumpliendo). Me sugirieron mantenerme “en buenos términos” con Islas pues otras compañeras habían sido ya foco de su ira y acoso.

De acuerdo con testigos y víctimas, varias mujeres habían sufrido los gritos, amenazas y acoso laboral por parte de Jorge Islas directamente o a través de empleados “de su confianza” que siempre aclaraban que su maltrato era instrucción del Cónsul General. Según estas personas, esta campaña de acoso era la dinámica usual, particularmente en contra de mujeres del equipo de trabajo, ya fueran funcionarias o prestadoras de servicio independientes.

A los pocos meses de mi llegada, empecé a confirmar la veracidad de estas advertencias. Me tocó ser convocada a reuniones en su despacho y residencia oficial, a las que tenía prohibido entrar con dispositivo electrónico alguno y en caso de que por descuido entrara con mi teléfono, demostrarle que no estaba grabando, o entregárselo para que lo guardara en un cajón. En ellas, el Sr. Islas no se limitaba en el uso del lenguaje violento y referencias personales insultantes, se dirigía a mí sin respeto ni mesura alguna en sus agresiones verbales; menospreciaba mi trabajo, mi experiencia y formación, refiriéndose de forma condescendiente a mis funciones o propuestas, claramente no le inspiraba respeto alguno. Si el tema que había causado su molestia le parecía urgente, no esperaba que iniciara mi horario laboral o que estuviera en la oficina, me buscaba por llamada de whatsapp en cualquier horario para sus mensajes intimidantes.

En enero de 2021, al informarle sobre un brote de covid entre los empleados que también me había alcanzado, Islas inició un hostigamiento constante, en el que me llamaba varias veces al día para acusarme de mentir sobre mi estado de salud con la finalidad de “crear caos” y “hacer un complot contra el Cónsul”. Meses más tarde, cuando como Coordinadora de los Consulados Sobre Ruedas le informé que miembros y líderes de la comunidad mexicana se quejaban de que una persona de sus confianzas ofrecía facilitar trámites consulares para presionar u obtener apoyos de las organizaciones, su respuesta fue a través de gritos y amenazas sobre la suspensión de mi contrato laboral. Ante esta situación de acoso, solicité mi cambio a otra oficina.

Estos episodios de acoso y violencia de género fueron en muchas instancias denunciados por colegas. Hay denuncias, muchas.

Uno de los primeros efectos de estas denuncias fue en julio de 2021, después de una visita oficial, el entonces Director General de Servicios Consulares contactó a varias funcionarias del Consulado, yo incluída, para preguntarnos directamente sobre las condiciones laborales en la Representación y específicamente sobre los actos de acoso por parte de Jorge Islas, ya que en meses anteriores se habían recibido una serie de correos anónimos de denuncia, que se sumaban a las denuncias formales. Algunas contestamos honestamente, incluso ante el temor de que esto fuese una “cacería”. Pero Jorge Islas siguió ahí.

Varias compañeras, confiadas en los principios de una supuesta Política Exterior Feminista y los protocolos para prevenir violencia de género y acoso laboral, denunciaron la situación conforme a los medios que tenía cada una a su alcance; por ejemplo, las mujeres que son el personal de apoyo en los Consulados de Estados Unidos no son consideradas empleadas de la Cancillería por lo que no tienen oportunidad de presentar quejas ante el Comité de Ética de la Secretaría.

Eso permitió que, frente a los distintos tipos de quejas por acoso y abuso en contra de las mujeres del Consulado, Cancillería distinguiera entre aquellas levantadas por funcionarias y las que eran del personal de apoyo.

A partir de esa clasificación, decidieron que para quienes eran funcionarias ocurriría un traslado triple desde Nueva York a otro Consulado, todas fueron al mismo. Pero para aquellas que no eran funcionarias, nada, ninguna solución, ni atención a sus denuncias; a ellas solamente les quedaba el recurso de la renuncia. Hubo también funcionarias que no alcanzaron traslado, e igualmente solamente tuvieron la opción de abandonar el Consulado -mediante renuncia o solicitud de disponibilidad, una especie de licencia temporal. Incluso, una de ellas recurrió entonces a la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de Nueva York solicitando apoyo, sin embargo, por motivos legales e inmunidades diplomáticas su caso no pudo avanzar.

Bastaría con obtener los registros de los traslados desde el Consulado en Nueva York para corroborar estos hechos. También bastaría con solicitar al Comité de Ética de la Cancillería el número y datos personales de las denunciantes para corroborar la historia que describo.

De la misma manera, sería suficiente ver el número y expedientes de renuncia de las mujeres del personal de apoyo en el Consulado para apreciar el volumen de renuncias y las razones expresadas para ello, documentos que deben constar en los expedientes de renuncia del personal en Consulmex Nueva York.

Después de un tiempo y mucha presión, las quejas ante el Comité de Ética de la Cancillería por parte de las funcionarias en contra de Jorge Islas “procedieron”. Cancillería empezó a responder las quejas en materia de género y acoso laboral en contra de Jorge Islas. Todas las respuestas similares, con firma del Director General del Servicio Exterior y de Recursos Humanos, quien a nombre del Comité de Ética y de Prevención de Conflictos de Interés de la SRE, diciendo una y otra vez que se informaría al Secretario de Relaciones Exteriores sobre la conducta del Sr. Islas y se le recomendaría a éste tomar cursos de sensibilidad en materia de género.

Jorge Islas estableció un sistemático maltrato en contra del personal consular, específicamente hacia las mujeres, mediante prácticas de aislamiento, amenazas de pérdida de trabajo y hostigamiento laboral; generando un ambiente de vulnerabilidad y temor. La visión misógina de Jorge Islas no se limitó a las mujeres al interior del Consulado, en varias ocasiones y frente a testigos, el entonces Cónsul General se refería a las lideresas comunitarias como “chonitas” y no sobra señalar el incidente durante su recorrido inicial por la circunscripción en el que “bromeó” con ir a un table dance para “visitar a unas víctimas de trata”. La impresión de ese maltrato sistemático no es mía, es lo que se desprende naturalmente de los testimonios, quejas y renuncias en el Consulado.

¿Cómo puede ser que a pesar de todos estos antecedentes Jorge Islas sea premiado con un nombramiento como Coordinador General de Consulados?

Algunas de las mujeres que, a pesar de las evidentes omisiones de Cancillería y del riesgo que supone para su carrera profesional denunciar a un jefe directo (del cual dependen no únicamente sus condiciones laborales del momento, sino también sus posibilidades de ascenso y traslado) levantaron quejas formales contra Jorge Islas y fueron retiradas de la esfera de poder de éste, están hoy entendiblemente preocupadas y atemorizadas. No sólo por no poder expresar sus inquietudes respecto a futuros abusos por parte de Jorge Islas, sino por posibles represalias por las denuncias previas, de las cuáles, Islas tiene conocimiento pleno. Algunas de estas mujeres son al día de hoy titulares de Consulados y vuelven a encontrarse bajo el poder y mira de Jorge Islas.

Un abogado y funcionario de la misma Cancillería considera que el nombramiento de Jorge Islas como Coordinador de los Consulados destruye el ya de por si deficiente, insuficiente, y ajurídico proceso por suspender el acoso que ejerce Islas en posiciones de poder, creando un escenario de impunidad y revictimización. El clima de impunidad es tal que, a pesar de que es ampliamente conocido dentro de la Secretaría el historial de violencia ejercida por Jorge Islas, en el grupo de Whatsapp de titulares de consulados en Estados Unidos, algunos de estos cónsules celebraron y felicitaron al Sr. Islas intentando estar en el “buen lado” del Coordinador General, incluso a pesar de sus antecedentes.

Hace tiempo que me alejé del Servicio Exterior Mexicano, es esa distancia la que me da la tranquilidad hoy de poner mi nombre para denunciar la violencia y abusos de Jorge Islas López, una denuncia que en su momento no me sentí en posibilidad de hacer temerosa de perder mi trabajo e ingreso familiar. No espero que esta denuncia, ni las muchas que constan en los registros de la Secretaría de Relaciones Exteriores provoquen una sanción jurídica al señor Islas, sin embargo sí guardo la esperanza en que el compromiso que ha hecho la presidenta Claudia Sheinbaum de liderar el camino hacia vidas libres de violencia para las mujeres, sea también dentro de la administración pública.

¿Cuántas quejas ante los Órganos Internos de Control son necesarias para considerar que hay un patrón de acoso y abuso por parte de un funcionario? ¿Cuántas recomendaciones para realizar sensibilización en materia de género son suficientes para considerar que el funcionario es incapaz de rectificar sus acciones? ¿Cuántas veces se permitirá que Jorge Islas López violente impunemente a las mujeres?

Cuando describo que el Sr. Islas creó un ambiente laboral de hostigamiento a mujeres, no lo digo solamente como una opinión subjetiva, ni desde parámetros legales, sino porque no es posible que existan tantas quejas de mujeres contra el Sr. Islas y no se concluya que hay un patrón en la interacción del Sr. Islas con las mujeres bajo su mando. Ese patrón existe y la prueba es el número de oficios de Cancillería dirigidos hacia mujeres denunciantes reconociendo la necesidad de “sensibilizar” en materia de género al Sr. Islas, es el número de renuncias de personal de apoyo y funcionarias, es el texto de respuesta ante ante las quejas, las acciones legales por sus actos ante instancias estadounidenses, y solamente en una última instancia, mi propia experiencia.

Hoy, hay al menos una decena de casos, denunciados formalmente o no, que ejemplifican el acoso laboral y violencia por motivo de género que ejerció Jorge Islas López desde su posición de poder. Entiendo que muchas de quienes los sufrieron tienen temor de salir a la luz, de ser boletinadas como “conflictivas“, o de que alzar la voz públicamente resulte, de nuevo, en nada más que riesgos para ellas y sus carreras profesionales; aún así, deseo que encuentren en este texto la certeza de que no están solas, que no podemos guardar más silencio frente a los abusos de hombres poderosos que se sienten intocables, que nuestra voz y nuestras experiencias tienen valor y que, si como ha dicho la presidenta es tiempo de mujeres, significa que el tiempo de los violentadores, ha terminado.

 

*Publicado en opinion51.com

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