Por Redacción:
Por Mauricio Palomares
El anuncio reciente de la CONAGUA, que moderniza sistemas de riego y beneficiará a más de 200 mil productores en todo el país, podría marcar el inicio de una transformación profunda en la relación entre la agricultura y el agua. Más allá del avance técnico, este esfuerzo representa una oportunidad de imaginar un campo mexicano SOLARPUNK: un futuro donde la tecnología, la sustentabilidad y la comunidad se entrelazan para producir sin destruir.
El movimiento SOLARPUNK propone un horizonte de esperanza realista: ciudades y campos alimentados por energías limpias, con economías locales resilientes y una relación regenerativa con los ecosistemas. En lugar de resignarnos al colapso ambiental, plantea un futuro posible y optimista, donde la innovación tecnológica y el respeto por la naturaleza van de la mano.
Hoy, el reto del campo mexicano es claro. En un país con estrés hídrico creciente y suelos degradados, cada gota de agua cuenta. Por eso, la decisión de CONAGUA de invertir en infraestructura eficiente —entubamiento, rehabilitación de canales, automatización y monitoreo— puede convertirse en un punto de inflexión. Pero para lograrlo, no basta con la maquinaria: se requiere una nueva cultura del agua, centrada en el uso inteligente y la corresponsabilidad.
Lecciones que vienen de lejos.
En el mundo, existen experiencias que muestran cómo la innovación puede reconciliar a la agricultura con el planeta.
El primero viene de Portugal, en el Lis Valley Irrigation District. Allí, las autoridades locales y los productores adoptaron sensores de humedad, sistemas de bombeo alimentados por energía solar y canales entubados para reducir fugas. En pocos años, lograron disminuir el consumo de agua en un 30 % sin afectar la productividad. El secreto no fue la tecnología por sí sola, sino la organización comunitaria y la capacitación continua.
El segundo ejemplo está en India, con el programa Mission Kakatiya, en el estado de Telangana. Lejos de depender de megapresas, la estrategia rehabilitó más de 46 000 tanques tradicionales de captación pluvial, usados durante siglos por las aldeas rurales. Esa restauración permitió recuperar acuíferos, duplicar la superficie de riego y mejorar los ingresos campesinos. Es una lección clara: modernizar también significa revalorar lo que ya funcionaba y adaptarlo al presente.
Una visión posible para México.
Si el país logra combinar la infraestructura moderna con la sabiduría local —si los productores se convierten en gestores del agua y no solo en usuarios—, México podría avanzar hacia un modelo agrícola sustentable y justo. Un modelo SOLARPUNK, donde la energía solar impulse los sistemas de riego, donde los desechos agrícolas se transformen en abono, y donde cada parcela regenere el suelo en lugar de agotarlo.
Cuidar el agua en el campo no es solo una política ambiental: es una estrategia de seguridad alimentaria y justicia social. Las comunidades rurales son las primeras afectadas por el cambio climático, pero también las más preparadas para construir soluciones colectivas.
La modernización que anuncia CONAGUA abre una puerta. El desafío será que esa puerta no conduzca solo a la eficiencia, sino a una nueva cultura del agua, donde cada tecnología, cada canal y cada productor formen parte de un ecosistema vivo.
En ese horizonte —luminoso, solar y comunitario— se encuentra el futuro que aún está a tiempo de florecer.
